Simon Routa

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"El surf es una parte importante de mi vida porque me ha ayudado a descubrirme a mí mismo". Simon Routa creció en el corazón de las Landas, donde interminables líneas de asfalto atraviesan los bosques de pinos. Su abuelo vivía en un velero amarrado en el puerto de Hendaya, pero cuando era adolescente, a pesar de su proximidad con el océano Atlántico, Simon prefería vestir con la camiseta de fútbol de la cuidad. En 2009, cuando aún era estudiante en STAPS (INEF), se lesionó la rodilla derecha y tuvo que someterse a una operación. "La primera vez que volví a hacer deporte fue en junio de 2010, y al mismo tiempo descubrí el surf. Tenía 22 años. Empecé tarde y ahora toda mi vida gira en torno a él".

«Como surfistas, somos niños grandes que podemos permitiros salir a jugar de vez en cuando. Pero a través del surf, siento sobre todo la necesidad de expresarme».

Ese verano asistió a la competición Roxy Jam en Biarritz, donde ahora vive con su hermana. Aún recuerda cómo cambió su vida, para mejor, pero también de forma radical e incontrolable. "Descubrí el longboard clásico y difícilmente podría haberse mostrado mejor que a través de estos longboarders. Fue como un “chipazo”. Hasta entonces, el único surf que había visto simbolizaba el deseo de rendimiento, una disciplina extrema que le parecía reservada a deportistas experimentados. "Lo que me atrajo fueron las relaciones de las chicas entre sí, sus personalidades, su accesibilidad, la forma en que vivían sus días en torno al océano y las mareas, y la manera en que dedicaban todo su tiempo al surf". Consciente de que una nueva forma de vida era posible, Simon se hizo con una tabla de resina de segunda mano, un longboard clásico de 9". Durante este periodo concreto, no sólo observó, sino que también participó, a su manera, en esta locura colectiva. Así comienza la historia de un verdadero endless summer, una temporada eterna dedicada al surf que lleva más de una década intentando hacer durar. "Hay gente que lo hace para divertirse, y los entiendo, la noción de placer también está ahí para mí. Como surfistas, somos niños grandes que podemos permitirnos salir a jugar de vez en cuando. Pero a través del surf, siento sobre todo la necesidad de expresarme".

Simon tiene una inclinación por la obsesión exclusiva y admite que necesita comprometerse a fondo, repetir todos los gestos para dominar cada matiz. "Fue esta pasión la que me llevó a dominar cada detaille, a entender qué provocaban las olas y qué condiciones me convenían. Quería estar en el agua el mayor tiempo posible, así que era normal conocer bien las condiciones, el tiempo y las olas". La pericia que ha adquirido gracias a su asiduidad en el agua se la debe a sus amigos, los locales de la Costa que estaban allí mucho antes que él: Robin Falxa, Pandora Decoster, Clovis Donizetti y Margaux Arramon-Tucoo, a quien compró su primera tabla Bear. "Tuve la suerte de conocer a la gente adecuada. Me inspiraron con su enorme cultura del surf. Era lo que tenía que hacer para entender el origen de las tablas: quién fue el primer bicho raro que dijo, aquí vamos a coger este trozo de madera y surfear sobre él, y averiguar quién nos llevó hasta allí. La noción de patrimonio es muy importante".

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«Cuando dejé de intentar ser como ellos, fue cuando realmente progresé y me resulto más divertido».

Simon ha observado las olas durante mucho tiempo, analizando las líneas incluso antes de reproducir sus propias trayectorias. Copiaba actitudes hasta hacer suyo cada movimiento, hasta dibujar su propia curva. Porque, como es bien sabido, todo el mundo copia a los que admira. "Cuando aprendí a hacer surf, imitaba a los demás, reproduciendo sus movimientos. Esta noción de imitación suena a menudo peyorativa, pero pocas personas son autodidactas. Es difícil dar con algo que sea pertinente y que se adapte a uno mismo". Recuerda el consejo de Robin: surfeas como eres en la vida y nunca surfeas tan bien como cuando eres tú mismo. "Sigo pensando mucho en eso. Cuando dejé de intentar ser como ellos, fue cuando realmente progresé y me resulto más divertido. No puedes engañar sobre tu forma de surfear, tu aspecto, tu forma de tratar a los demás. Una vez que estás en el agua, te revelas".

La humildad de Simon sólo tiene parangón en su exigencia. Confiesa que se ha fijado un objetivo que no puede medirse con elogios o premios. "La noción de legitimidad es importante para mí. Conocer a Jean Penninck (Naje Surfboards) fue decisivo. Menos mal que me pidió que surfeara sus tablas, porque sin él, nunca me habría parecido legitimo pisar un taller". A su lado, Simon aprendió y comprendió los diseños, una habilidad adicional que inspira sus sueños: "Me gustaría poder fabricar yo mismo la tabla que quiero surfear, no con ánimo de lucro, sino para poder fabricar la tabla que me conviene dependiendo de las condiciones del mar. Entonces, tendría por fin la sensación de ser un surfista completamente realizado".

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