Maud Le Car

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« «Mi sueño es coger el tubo de mi vida. Un gran tubo de cara bien profundo. Preferentemente remando pero no es obligatorio».

Maud Le Car, hoy 31 años, sigue rompiendo barreras y aprendiendo todas las facetas de su deporte. No tiene un tipo de surf preferido. Usa ya sea una shortboard perf en las tubos de Mentawaii, una pequeña tabla retro twin en verano, una gun en la Nord, una step-off o una tow-in los días de gran oleaje... Tiene ganas de explorar todo, de aprender todo para (re)descubrir nuevas sensaciones al deslizarse, sin importarle las condiciones. «Siempre me ha encantado la sensación de desafiarme, incluso cuando hay tormentas aquí en las Landas. Soy un poco adicta al sur. ¡Quiero surfear a toda costa!».

Una motivación y un entusiasmo constantes que le vienen sin duda de su isla natal, en Saint Martin en el Caribe donde aprendió a sufear «basura y pequeñas olas ventosas. No corro el peligro de aburrirme del surf» dice riéndose.

Desde «su roca de 7km por 14», empieza a practicar surf con su hermano a la edad de 12 años, en su sitio preferido al lado de casa, en el Galion. «Desde mi primera ola supe que solo quería hacer eso durante el resto de mi vida. Volví a casa por la tarde y le dije a mi madre que quería ser surfista profesional». Sin duda la mayoría de los padres habrían respondido «que sería mejor que estudiara mucho en el colegio para conseguir un trabajo de verdad», pero Maud Le Car creció en una familia flexible, con una mamá «artista y con el relax los isleños», que siempre la ha animado a realizar sus proyectos. Su hermano y ella se convirtieron rápidamente  en personas autónomas y desenvueltas. Una libertad que les permitió ir a surfear muy jóvenes a los mejores lugares de surf en los arrecifes de mar abierto, accesibles solo después de remar durante 20 minutos, entre rocas y tiburones... O también a calzarse botas de trekking para caminar 30 minutos por la montaña entre cactus para acceder a su lugar favorito, Wilderness. 

La pequeña Maud se independiza rápidamente. Seis meses después de sus comienzos en el surf gana su primera competición frente a los chicos que surfean desde hace ya 6 años. El profesor de surf de su club se fija en ella y encadena campeonato tras campeonato en las islas del Caribe. A la edad de 15 años decide marcharse sola a Francia para realizar su sueño de convertirse en surfista profesional. Con su desparpajo encuentra sola un alojamiento y pequeños espónsors para ganar un poco de dinero. Pasa a formar parte de Pôle France en Bayona donde comparte su habitación con sus ídolos Justine Dupont y Pauline Ado. A continuación, las cosas se aceleran para Maud Le Car. La seleccionan para el equipo de Francia, viaja a Indonesia y a Australia para el Mundial Pro Junior, se convierte en campeona de Europa a los 18 años y varias veces campeona de Francia. Y acto seguido obtiene su bachillerato de ciencias con opción matématicas ya que «¡era el acuerdo con mamá si quería seguir mis sueños de surfista!». Su mejor recuerdo seguirá siendo sin duda haberle ganado a Stephanie Gilmore en cuartos de final del Open de Estados Unidos después de haber conseguido su pase para participar en la prueba del CT.

Los años pasan y Maud pierde el interés por la competición. Descubre el free surf y es una nueva revelación. Tiene la impresión de redescubrir el surf. Las olas son más bonitas, más grandes. Se divierte más y explora nuevas sensaciones. «Con el free surf vuelvo a descubrir el espíritu del surf. Te tomas el tiempo y eso te cambia tu viaje y la percepción del surf. Conoces gente, compartes momentos, descubres nuevas culturas».

Aprender, compartir y transmitir. Parece que esos son los lemas de Maud Le Car. Con el surf de grandes olas, tiene la impresión de tener que volver a aprender todo. En la cresta de la ola a menudo es la única mujer y no es fácil hacerse un sitio en el agua. Todavía escucha comentarios «ya ves como son demasiado grandes para las chicas»... Los tíos no le hacen regalos «y mucho mejor, lo prefiero. ¡Me motiva!». Porque cuando oye a una niña decirle en la playa «eso quiere decir que yo también podré hacerlo» es la mayor recompensa. A Maud le gustaría inspirar a la nueva generación de surfistas, animarlas a cumplir sus sueños. «Muchas niñas necesitan un poco de apoyo, si ven a otra chica en el agua les anima».

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Además apadrina a varias surfistas jóvenes que esponsoriza con la asociación Save la Mermaid. Una estructura que ha creado para sensibilizar a los niños contra la contaminación de los océanos. Maud da charlas en los colegios, a través de talleres pedagógicos y lúdicos. Por la mañana recogen basura de la playa y por la tarde hacen trabajos artísticos con el plástico recogido. Momentos compartidos para mostrar que «la ecología puede ser guay, divertida y accesible». Con estas acciones y su asociación Maud pone su granito de arena. «Nadie es perfecto, tenemos que adaptarnos a nuestra época, pero todos podemos mejorar. Es una forma simple de mostrar que con pequeñas acciones, accesibles a todo el mundo, se puede provocar el cambio». Maud lo sabe, comunicándoselo a los niños, además de sensibilizar a la nueva generación, se asegura de que ellos mismos se lo transmitan a sus padres... «Disfruto del océano todos los días desde que nací, para mi es como una obligación. Tengo ganas de devolver al océano todo lo que él me da haciendo cosas concrectas a mi nivel y sin pretensiones. Quiero que se acuerden de mi no solo como surfista, sino también como una mujer que ha hecho algo bueno».

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