Ludo Dulou

Campeón del mundo de paddleboard, socorrista y bodysurfer, adepto al surf de grandes olas y a las largas travesías en piragua o SUP, Ludovic Dulou encarna desde hace 20 años el arquetipo de hombre de mar, en versión Golfo de Vizcaya. Conozcamos este jinete de la espuma cuyo destino ha sido esculpido por el oleaje.
He aquí el hombre de mar por excelencia de las costas de Aquitania. Un hombre-delfín cuya piel, curtida por el rocío del mar y del sol, es un pergamino que cuenta las alegrías y las adversidades que le ha infligido el océano. La filosofía deportiva de Ludovic Dulou es la de la aventura, en su concepción más pura. Por eso reivindica su autonomía, su gusto por el descubrimiento, por lo nuevo, su necesidad de explorar y romper las reglas. "Quiero remar en mar abierto en diferentes medios y condiciones, surfear y hacer bodysurf en olas más grandes, perfeccionar mi técnica, mi resistencia y mi capacidad de navegación cada día...", explica este hombre todoterreno. A sus cuarenta años, Ludo ha construido su legendario destino como señor de las olas con poderío y método, todo ello con versatilidad, sin engaños ni concesiones a la moda.
"Quiero remar en mar abierto en diferentes medios y condiciones, surfear y hacer bodysurf en olas más grandes, perfeccionar mi técnica, mi resistencia y mi capacidad de navegación cada día..."
Desde su infancia en Grignols (33), salpicada por salidas de caza y pesca, este nieto de agricultores ha mantenido un apego visceral a la cultura de las Landas de Gascuña. Su pasión por la tierra le llevó a convertirse en maestro de bodega en la región de Entre-deux-mers. Pero fue en las playas de surf de las Landas y la Gironda donde cultivó pacientemente su categoría de hombre de mar. Buen nadador y jugador de waterpolo, se convirtió en socorrista a principios de los 90 y pasó horas entrenando para salvar vidas, observando los cambios de humor de las mareas y familiarizándose con los peligrosos patrones costeros de este litoral aquitano plagado de pozas de marea. "Nadar en las olas siempre ha sido un rito de iniciación para los adolescentes de la costa atlántica. Así es como la gente del mar enseña a las jóvenes generaciones a ser autónomas en una situación de supervivencia: mediante la inmersión gradual y lúdica en las corrientes y las rompientes. Mi primer amor por los deportes acuáticos del patrimonio hawaiano se lo debo al bodysurf. Todo lo que ha alimentado mis posteriores pasiones oceánicas encuentra su fuente en esta comunión natural e instintiva con las olas, este deslizamiento minimalista y poético que requiere resistencia, humildad e intuición”.
